Por
José Luis Herreros Barbadillo, CIA, CRMA
El
“sentido común” es la facultad, que la generalidad de las personas tiene, de
juzgar razonablemente las cosas. Auditar con sentido común significa:
Escuchar
y preguntar: La
palabra “auditor” procede del latín “auditor, -oris” que significa
“oyente”. Esta denominación proviene de su origen histórico, ya que
los primeros auditores ejercían su función, juzgando la verdad o falsedad de lo
que les era sometido a su verificación, principalmente oyendo.
Cuando se
realiza una auditoría de una empresa, departamento o proceso es fundamental
atender los comentarios de los empleados que desempeñan los trabajos que les
son propios, porque ellos son los verdaderos expertos en la materia.
Escuchar
nos da la oportunidad de detectar procedimientos ineficientes, debilidades y
posibilidades de mejora.
La otra
herramienta fundamental del auditor es realizar preguntas a los gestores, por
sencillas que parezcan y cuantas veces se considere necesario.
Nuestra
experiencia nos enseñará a sacar el máximo provecho de estas habilidades.
·
Conocer el propio negocio: Por lo general, los auditores somos expertos
universitarios, con estudios de postgrado, cursos, idiomas,...
Pero, ¿conocemos realmente el negocio al que se dedica nuestra empresa?
¿Sabemos qué hacen en la fábrica, en el almacén, en la oficina o en la
delegación comercial?
Es necesario que el auditor
conozca la empresa “desde abajo”. Para ello, debería haber permanecido alguna
temporada desempeñando trabajos propios de otros departamentos o secciones,
conociendo sus problemas diarios, las inquietudes del personal, de los
clientes, de los proveedores,...
·
No interferir en la actividad del auditado: cuando se inicia el trabajo de
campo de una auditoría, se establece un calendario de reuniones con los
auditados. Las auditorías son molestas en sí mismas, por ello debemos procurar
interferir lo menos posible. Resulta muy útil programar las reuniones o visitas
en función de los momentos de menor carga de trabajo del auditado (a primera
hora, a última,...). Con esto conseguiremos una predisposición positiva de las
personas.
No siempre es posible pactar con
los auditados las reuniones o visitas. En ocasiones es necesario aparecer sin
previo aviso para aprovechar el factor sorpresa (realización de arqueos de
efectivo, existencia de evidencias muy significativas de que se está cometiendo
un fraude,…).
·
Aportar valor: cuando
auditamos a un departamento o empresa, adquirimos un conocimiento muy valioso
acerca de las actividades que realiza. Este conocimiento nos puede ser útil en
el futuro para asesorar a dichos centros.
Es frecuente que, después de la
conclusión de nuestro trabajo, los centros auditados nos planteen consultas
sobre aspectos concretos de su actividad. Debemos recibir dichas consultas como
muestras de reconocimiento de nuestra profesionalidad.
Además, en la medida que toda la
organización perciba que la actividad de auditoría agrega valor a la misma,
nuestra reputación y prestigio aumentarán.
Aportar valor a la organización
es la clave de nuestro trabajo.
·
No fijar objetivos cuantitativos: la planificación anual no se debe realizar en
base al número de auditorías a realizar sino en función de la profundidad que
éstas deban alcanzar.
Además, dicha planificación se
realizará en función de los riesgos que afectan al negocio. Es decir, a mayor
riesgo de un departamento o centro, mayor probabilidad de ser auditado.
·
Compartir información: toda la información
disponible por el departamento de auditoría interna debe ser compartida por
todos los miembros del equipo. No obstante, de puertas para afuera se debe
mantener rigurosamente el secreto profesional.
También es muy beneficioso
participar en foros profesionales. Suponen una fuente de conocimiento y un
valioso intercambio de experiencias.
·
Efectuar controles a distancia: Es fundamental que todos
los empleados sepan que están sujetos a auditoría y cuales son las
consecuencias de actos desleales o fraudulentos. Es decir, que conozcan las
“reglas del juego”.
Es muy recomendable que algunas
de las actividades de vigilancia y control se realicen “a distancia”. Es decir,
hay que contar con alguna herramienta que nos permita obtener información de
hechos poco frecuentes, muy significativos, que no se ajusten a los patrones de
comportamiento histórico o estadístico,...
En el siglo XVIII el filósofo
británico Jeremy Bentham planteó una idea sobre un nuevo tipo de
prisión. Consistía en un edificio circular, de varias plantas, con las celdas
ubicadas en torno a una columna central donde estarían ubicados los carceleros.
Las ventanas permitirían a los guardianes observar a los prisioneros, pero no a
la inversa. Esta prisión fue denominada Panopticon. Nunca llegó a construirse,
pese a que su objetivo era reducir costes a base de disminuir el número de
guardianes necesarios ya que, al no saber si estaba siendo o no observado, el
preso se vería obligado a comportarse siempre como si lo estuviera.[1]
Este concepto permite a un
vigilante observar (-opticon) a todos (pan-) sin que puedan saber
si están siendo observados o no.
Esta teoría puede ser útil para
la auditoría interna: estableciendo controles o alertas que den la sensación a
los auditados de que pueden estar siendo vigilados en todo momento, su
inclinación a cometer fraudes o irregularidades disminuirá.
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Excelente post. Muchas gracias Nahun Frett por aportar valiosos conocimientos a la profesion.
ResponderEliminarExcelente publicación
ResponderEliminarMuy interesante, didáctico y claro en su entender.., gracias!
ResponderEliminarInteresante, muchas veces los auditados nos están predispuestos y el agregar valor con la auditoría ayudará a cambiar ese paradigma.
ResponderEliminarExcelente aportación de la materia, el auditor jamás termina de aprender del negocio.
ResponderEliminarSin desperdicio este artículo, gracias por compartir. Saludos
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