Jesús Aisa Díez
Un aspecto básico para desarrollar una actividad de
auditoría interna eficiente, es la seleccionar los entes auditables que se
entiendan oportunos incluir en los planes de auditoría, ya que al ser nuestros
recursos, como los que las demás
Unidades de la empresa, escasos, debemos hacer una adecuada
identificación de los temas a los que
dedicaremos atención en los próximos meses. Motivo por el que las Normas del
Instituto de Auditores Internos señalan que la planificación debe estar basada
en riesgos, a fin de determinar las prioridades de nuestra actuación.
De acuerdo con lo que he podido conocer en la forma
en el que este requerimiento normativo es atendido por las Unidades de
Auditoría Interna a las que tenido la oportunidad de acceder, puedo comentar
que aplicar esta modalidad de selección de trabajos es la más habitual, y es la
que, salvo las excepciones en ámbitos en los que las exigencias de los
supervisores son elevadas, es la que
determina el mayor porcentaje de actividades a atender por Plan, destacando
sobre las correspondientes a solicitudes del Comité de Auditoría y Gerencias,
por tanto, hasta aquí todo perfecto.
No obstante lo anterior, creo que también es posible
que nos encontremos con metodologías de aplicación de este principio, que no sean
las más adecuadas, ya que de ellas se derivarían resultados que podríamos
denominar no óptimos. Veamos algunos ejemplos.
En primer lugar creo que el criterio de, llamémosle “gradualidad”,
aplicado por algunas organizaciones
holding que se reservan para la
Corporación la decisión última de la aprobación del Plan agregado, según la
sistemática en la que en un primer nivel se evalúan los riesgos a nivel local,
preparando una propuesta de plan que es posteriormente trasvasado al nivel de
zona superior para que en ella se re-evalúen las propuestas de sus Unidades de
Auditoría Internas dependientes, volviendose a decidir la composición de los
planes según la trascendencia o criticidad que desde ese nivel se estimen de
los riesgos nuevamente valorados, para finalmente trasladar el borrador del
plan conjunto a la Corporación para que se tomen las decisiones que
correspondan a ese nivel y desde la
perspectiva de la cabeza del holding,
lo cual puede ser muy válido desde esa perspectiva, pues se van a dedicar los
recursos de una manera homogénea en todo el perímetro societario, supervisando
entes auditables de entidad homogénea.
Sin embargo, y por la gradualidad que probablemente
se dará a la tipificación de los riesgos según su impacto, dado que a nivel
local o subsidiaria un riesgo crítico tendrá menos valor que el que se le
asignará a nivel zona o a nivel Corporación, ya que lo que a nivel empresa sea
trascendente y susceptible de incluir en el Plan de Auditoría, al alejar el
punto de decisión de ese entorno, la gravedad de lo observado en ese primer
nivel habrá ido disminuyendo sensiblemente, ya que lo que puede ser preocupante
a nivel filial, puede no serlo a nivel Corporación, al ser dos dimensiones
diferentes.
Por ello, en el modelo de determinación de los
Planes de Auditoría a aplicar en entornos tipo holding, deberemos tener en
consideración esta circunstancia, permitiendo que las criticidades establecidas
a nivel local se actualicen con los factores de corrección que se estimen
adecuadas, al pasar a la evaluación a niveles más elevados de la estructura
empresarial, ya que en caso contrario la problemática de las filiales estará devaluada,
y solo será auditada cuando la situación también sea percibida como preocupante
por la Corporación.
Otro aspecto que también hemos observado es que, en
algunas ocasiones, y después de haber valorado adecuadamente la ponderación de
los distintos entes auditables analizados, el corte para decidir su inclusión o
exclusión del Plan se determina en base a la media de los valores determinados
para los diferentes procesos/subprocesos analizados, de forma que los que estén
por debajo de la medía no se incluyen en el Plan, mientras que los que hayan
superando ese valor, sí se incluyen en el borrador del Plan.
Esta sistemática puede parecer estadísticamente
oportuna, pero comporta una debilidad, ya que, cuanto más alta sea el valor de
la media, menor será el entorno de control interno de la organización, ya que,
en una escala del 0 a 100 puntos, si el promedio del conjunto se deteriora,
aumentará el valor de la media, lo que reflejará un deterioro del control
interno percibido, como consecuencia de la más elevada estimación de la
importancia de los riesgo, pero que irá acompañada de un menor el número de
auditorías a realizar. Lo cual no parece lógico, ya que a menos confortabilidad
en la situación de los riesgos, mayor actividad de auditoría. La situación
inversa también se produciría, a menor valor de la media, es decir, a mejor
control interno percibido, mayor sería en número de auditoría a realizar
Por ello, el pasa o no pasa al Plan, no debería
fijarse por este criterio pues nos conduce a situaciones no adecuadas.
Como hemos visto por estos dos ejemplos, la
metodología que hayamos decidido aplicar para determinar el Plan en base a
riesgo, puede condicionar la adecuación de la composición de los Planes, por lo
que se hace necesario que el modelo a aplicar esté debidamente contrastado, y
exento de repercusiones negativas, que impidieran conseguir la necesaria
eficiencia de la actividad auditora, pues si bien esta no solo depende de lo
adecuado de la composición del plan, sí
que es condición necesaria para ello.
Con estos comentarios lo que se pretende es que
revisemos el modelo que estamos aplicando y verifiquemos que es adecuado y que
no contiene debilidades que nos interfieran en el correcto contenido de los
planes.
Jesús
Aisa Díez. Ex-Subdirector General Corporativo de
Auditoría Interna de Telefónica SA. Director Proyectos de Evaluaciones de
Calidad del IAI España. Director Técnico de FSH Consulting. Para mayor
información visita el Blog de Don Jesús “Auditoría Interna del
Siglo XXI”.
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Un gran aporte...aprendí algo nuevo.
ResponderEliminarBuen aporte Nahun!. Saludos
ResponderEliminarThanks for sharing, nice post!
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