Jesús Aisa
Sánchez-Hormeros
Tras
diez años de estudios, los científicos del PNAS (Proceedings of the National
Academy of Sciences) publicaron hace unos días un interesante informe en el
que confirman que el nivel mundial del mar ha aumentado más rápido en los
últimos 100 años, que lo que lo hizo en los anteriores 3.000.
Un
aumento que, como no podía ser de otra manera, está acelerando y agravando las
inundaciones en zonas costeras por todo el planeta.
Pero
las malas noticias no se quedan ahí, ya que lo peor está aún por llegar. Ya
que, si este aumento del nivel del mar se ha dado tras un incremento medio de
las temperaturas de tan solo un grado centígrado desde el año 1.800, qué no
podremos esperar si tras el acuerdo de París en diciembre pasado, en el mejor
de los casos, se va a duplicar ese incremento de temperatura, llegando como
mínimo a los 2ºC durante los próximos años.
Según
el mencionado informe, el aumento de otro grado más en la temperatura media del
planeta conllevará el incremento del nivel del mar a oscilar entre 24 y 61
centímetros, en el mejor de los casos, y entre 52 a 131 centímetros, en la peor
de las estimaciones en los próximos 84 años.
Un
incremento del nivel del mar que supondrá la inundación de muchas comunidades
costeras, trayendo consigo una nueva crisis migratoria por el incremento de los
“refugiados climáticos”. Unos refugiados que, al igual que ha sucedido ya con
la tribu Biloxi-Chitimacha-Choctaw de nativos Americanos de la Isla de Jean
Charles (Luisiana), tendrán que buscar un nuevo hogar cuando el mar inunde sus
tierras.
Así
pues, como dijo ayer el actor Leonardo DiCaprio al recoger su premio Oscar al
mejor actor, ya es hora de dejar de procrastinar y empezar a trabajar de verdad
todos conjuntamente para reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero.
Este
cambio de mentalidad incluye a las organizaciones, ya que debemos aceptar que
el cambio climático afecta a toda actividad humana, como un elemento más del ecosistema
global. Por lo que las organizaciones y la sociedad en general deberemos
cambiar nuestro modo de vida y la forma en la que aprovechamos los recursos
naturales, para así mitigar los cambios esperados y adaptarnos a los mismos.
Así
lo han entendido ya en la ciudad alemana de Hamburgo, donde acaban de prohibir
la utilización de las cápsulas de un solo uso de café en todos los edificios
gubernamentales. Unas capsulas de café que, según el Departamento de Medio
Ambiente y Energía del Gobierno de Hamburgo, “Son la causa de un consumo
innecesario de recursos y de generación de residuos”.
Y
es que estas cápsulas no pueden ser recicladas fácilmente, ya que están hechas
mayoritariamente de una mezcla de plástico y aluminio. Lo que ha llevado a su
inventor “John Sylvan” a decir que a veces se siente mal por su invención.
Estas
cápsulas de café son sólo un ejemplo de uno de los modelos de negocio más
antiguos conocido como razor & blades o cebo y anzuelo, que
basa su efectividad en el consumismo y la atracción por los bajos precios, pero
que en muchas ocasiones se basa también en la alta utilización de recambios de
usar y tirar.
Este
modelo de negocio, como han visto en Hamburgo, es un modelo arcaico que debe
dejar paso cuanto antes a aquellos basados en la producción en ciclo cerrado,
buscando no solo racionalizar el uso de los materiales y recursos, sino que
comportan un importante y primordial enfoque en el diseño de productos y
servicios.
Y
es que retrasar lo inevitable no tiene sentido y menos cuando es tanto lo que
está en juego. Así que ya es hora de ponernos manos a la obra y que las
organizaciones y empresas utilicen modelos de negocio sostenibles, que sean
premiados por las administraciones locales y elegidos por los consumidores.
Jesús Aisa Sánchez-Horneros. Es Ambientólogo por estudios,
experto en cambio climático por experiencia laboral y defensor y creyente de la
sostenibilidad por convicción propia. Este artículo fue publicado en el Blog Sostenibilidad Tangible,
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