Jesús Aisa Díez
Un aspecto que suele ser objeto de debate, cuando los evaluadores de calidad de la institución en la que colaboro nos reunimos para poner en común nuestros puntos de vista, es el correspondiente al alcance que debemos dar a estas evaluaciones, ya que hay quien opina que debemos focalizarlo exclusivamente hacia: (i) la operativa empleada por las unidades de auditoría internas para desarrollar su trabajo, (ii) así como a los soportes institucionales con que cuenta para actuar con independencia y objetividad (Estatuto, Código de Ética, Manual de Metodología, etcétera), y (iii) a su capacidad para actuar.
Pero existimos otros que entendemos que nuestra evaluación debe también incidir sobre los aspectos que puedan afectar al adecuado gobierno corporativo de la organización, como por ejemplo: composición de los Comités de Auditoría, presencia del director de auditoría en los órganos de decisión de las compañías, capacidad real de los auditores en supervisar las actuaciones de los consejeros, entre otras actuaciones, ya que consideramos que estos aspectos son determinantes para condicionar el adecuado entorno de control en el que nos podamos desenvolver los auditores.
Por ello, creemos que desde auditoría interna no solo debemos incidir en los procesos operativos de las distintas unidades, sino también evaluar y opinar sobre aquellos temas que afecten a los miembros del Consejo, garantizando, razonablemente, que actúan disponiendo siempre de la información más completa, y de buena fe, con la diligencia y atención debidas, y en el más alto interés de la sociedad y de los accionistas (ver Punto VI. Las responsabilidades del Consejo. Principios de Gobierno Corporativo OCDE. 2004). Pues como la propia definición de nuestra actividad recoge, tres son los procesos sobre los que hemos de actuar: Riesgos, controles y gobierno corporativo. No debiendo olvidar respecto de este último proceso lo que las buenas prácticas sobre gobernanza corporativa no señalan respecto a: la necesidad de asegurarnos de que los miembros del directorio sean idóneos para su cargo, tengan un claro entendimiento de su principal papel en el gobierno corporativo de la organización, y que no estén sujetos a influencias indebidas de la administración o intereses externos. Es decir que no deterioren el requerido Tone at the top.
Desgraciadamente son muchas las experiencias, al menos en España, que evidencian las irresponsables actuaciones de los Consejos de Administración, donde no es frecuente que pase un día sin que nos levantemos con un nuevo escándalo. El último el de las denominadas tarjetas black empleadas por los consejeros y ejecutivos de la antigua Caja Madrid, hoy integrada en Bankia, por las que los responsables de la Caja crearon dos listas de consejeros y directivos: los que tenían más responsabilidad podían gastar al año hasta 50.000 euros con las tarjetas ‘black’, y los que apenas tenían responsabilidad, 25.000 euros anuales. Estos gastos no tenían que ser justificados, ni tributaban.