Las hormigas se comunican y alimentan por medio de un proceso llamado trofolaxis. En este proceso, la hormiga emisora prepara ciertos componentes químicos y los transmite a la receptora, a través de un intercambio físico. Cuando la hormiga receptora recibe estos elementos químicos, su reacción es directamente relacionada con lo que ha recibido. Es decir, la hormiga no tiene ninguna posibilidad de decisión en el procesamiento del “mensaje”, sino que sus acciones después de recibirlo sólo dependen de los componentes químicos contenidos en este mensaje. Su participación es totalmente pasiva. Este proceso se explica porque a veces vemos a una hormiga caminar en cierta dirección y, al encontrarse con otra, parte hacia un lugar que parece totalmente irracional.
Al igual que las hormigas muchos auditores internos hemos
sido durante mucho tiempo entrenados, amaestrados, educados y formados para
comunicarnos en base a requerimientos técnicos, los cuales en muchas ocasiones
limitan nuestra capacidad de comunicarnos efectivamente. Pregúntate lo
siguiente:
¿Cómo evalúas tu capacidad de comunicarte?
¿Es la comunicación una prioridad para ti?
¿Puedes inspirar y motivar a otros?
¿Desarrollas tus recomendaciones de auditoría de forma
tal que tus clientes sean capaces de entenderlas, asimilarlas, e
implementarlas?
¿La forma como te comunicas te permite agregar valor,
reducir la exposición al riesgo de tu organización y mejorar de forma
sustancial los procesos de negocio de las áreas auditadas?
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