Jesús
Aisa Díez
Mi colaboración con este blog se inició este año con unos comentarios
titulados “Los KRI y las auditorías continuas”, que por la reacción de sus lectores, parece
que fue en términos generales bien recibido; y aunque no es frecuente que se
incluyan comentarios, para este artículo se llegó a solicitar que se diese más
información sobre KRI. Gustosamente por mi parte atendiendo esa solicitud.
Antes de entrar en materia, creo conveniente incidir
en un aspecto básico sobre el empleo de los indicadores de riesgo, ya que no
son una herramienta exclusiva de Auditoría, sino que, como bien señala The Institute Internal Auditors al referirse al monitoreo
continuo (que sí es la finalidad básica de los KRI), se define como: El proceso realizado por los responsables de
la gestión para asegurar que las políticas y los procesos operativos resulten
eficaces, así como para evaluar la adecuación y la eficacia de los controles.
Debiendo ser realizado por los responsables de la gestión financiera u
operativa, mientras que a la Auditoría le correspondería evaluar la adecuación
de éstas actividades de gestión.
Adicionalmente el propio
IIA entiende, como diríamos por estas latitudes, que lo “que no se nos va en lágrimas se nos puede ir en suspiros“, ya que
si Auditoría interna pretende que el control interno tenga una seguridad
razonable para alcanzar los objetivos definidos por COSO, la supervisión que no realicen los
gestores, monitoreando la eficacia de los controles, debería ser
complementada por la función auditora, de forma que si el gestor hace una
buena labor de verificación, ésta no debe ser replicada por los auditores;
mientras que, en sentido inverso, ante
una mala o deficiente supervisión de los gestores, la misma deberá ser completada por Auditoría en forma
suficiente hasta obtener la seguridad razonable sobre la situación real
existente.
La siguiente figura, reproducida
del documento del IIA Global Technology
Auditing Guide 3, viene a visualizar lo anterior, ya que las líneas transversales paralelas a la base del triángulo
verde siempre tendrán, medidas sobre el paralelepípedo, la misma longitud, pero
el segmento que esté en el triángulo azul, el que corresponde al monitoreo de
los gestores, determinará la dimensión complementaria del área auditora
(triangulo verde).
Hechas estas salvedades, que entendíamos necesarias, volvamos a retomar las orientaciones para poder implementar un adecuado sistema de gestión de riesgos en base a KRI´s, los cuales, recordemos, se definen como: Valores con correlación estadística con determinados riesgos, que pueden utilizarse como sistema de alertas preventivas o tempranas. Debiendo reunir las siguientes características:
ü
Han de
definirse en consenso con los responsables del negocio.
ü
Se emplearán para identificar cambios sustanciales
en la exposición a los riesgos.
ü
Son un
elemento clave del marco de información de los Riesgos.
ü
Han de estar plenamente integrados, independientemente
de la metodología y la herramienta cuantitativa empleada.
Teniendo dos formas de
evidenciarse: (i) Ex –ante: Cuando
permiten identificar amenazas sin haberse producido necesariamente aún los
eventos.( P.e: Riesgo de incendios o malas cosechas en base a los niveles de
lluvias de los meses precedentes o riesgos de pérdidas de ingresos en función
del grado de reclamaciones de los clientes por los servicios recibidos), y (ii)
Ex – post: Aquellos que permiten
valorar y cuantificar eventos ya ocurridos.(P.e: perdidas por deterioro u
obsolescencia de los materiales almacenados según resultados de los inventarios).
En cualquier caso los
componentes de los KRI´s. son tres:
(i)
Alguna determinada variable correlacionada con el
riesgo a controlar,
(ii)
Unidad de medida, e
(iii)
Intervalo de valores que muestre la posición de alarma frente al riesgo.
En el caso de la
insatisfacción por los servicios prestados, citado anteriormente, el riego a
controlar es la perdida de ingresos, la unidad de medida serían las quejas
recibidas en el periodo, mientras que el intervalo a contemplar sería la serie
histórica disponible y los objetivos estratégicos de la Organización. De forma
que, si las quejas reflejaran aumentos sobre los niveles considerados
habituales, sería de esperar que las ventas se viesen perjudicadas,
enfrentándonos a un riesgo de pérdida de ingresos, pudiendo adoptar, a partir
de evidenciar esta situación, las medidas correctoras que se considerasen
pertinentes.
Por último los KRI´s
también se pueden clasificar en dos categorías: los específicos que se asocian
directamente a un proceso dentro de un área de actividad en concreto, y los
indicadores generales que afectan a la entidad en su conjunto y que se
reflejan, por ejemplo, en el volumen de negocio, como sucede en el ejemplo
citado anteriormente.
Para la construcción de un
KRI se puede partir de datos históricos de pérdidas operacionales obtenidas a
partir de procesos de autoevaluación de riesgos o de auditorías internas o
externas. Una vez implementados los niveles semafóricos o de alerta de un KRI,
los baremos deben recalibrarse de manera
periódica hasta que se garantice su efectividad.
Vista ya la parte teórica,
pasemos ahora a la práctica, es decir, sabiendo lo que debemos hacer, ¿cómo
empezamos?. En nuestra opinión siguiendo un esquema similar a este:
A.
Seleccionando los procesos a supervisar y definiendo
los indicadores adecuados.
B.
Estableciendo la frecuencia de la medición (diaria,
semanal, mensual, etc.)
C.
Evaluando los resultados facilitados por los
indicadores. Interpretándolos.
En lo que respecta a los
procesos a monitorear, la respuesta no parece difícil de enunciar: serán aquellos
que se entiendan significativos para la consecución de los objetivos
empresariales fijados.
En cuanto a la selección de
los indicadores a monitorizar: los que se aprecie una mayor correlación entre
sus expresiones cuantitativas o cualitativas y la aparición de las amenazas a
controlar.
Lo recomendable es que no
trabajemos con un solo indicador por riesgo u objetivo. Por ejemplo, si
quisiéramos monitorizar la crisis económica en España, podríamos emplear el KRI
del porcentaje de parados respecto de la población activa. Tal cual recoge el
siguiente cuadro.
Pero este único indicador
no sería suficiente, pues solo nos permite concluir sobre la gravedad de las
consecuencias de la crisis, pero no los motivos de la misma, por lo que, de no
existir otros índices, la toma de decisiones para superarla no resultará fácil.
Por ello, los especialistas
macroeconómicos emplean otros KRI´s, tales como: Evolución de la prima de
riesgo, Contracción del PIB, Comportamiento del sector exportador, Creación de
nuevas empresas, Licencias de obras solicitadas, Déficit público, Deuda
pública, Morosidad de la banca y las entidades financieras, etc, etc.
En el ámbito empresarial la
situación es muy similar, debiendo considerar también que en la implantación eficaz de un modelo de gestión de
riesgos en base a KRI´s, debemos tener
en consideración que los indicadores, además:
v
Con mucha holgura, pierden totalmente su
efectividad.
v
Con límites estrictos puede hacer inabarcable el
trabajo.
v
Las situaciones cambiantes pueden alterarlo
sustancialmente.
v
Necesitan contrastes frecuentes con otras
observaciones de la realidad.
Desde nuestra perspectiva, en
la implantación de un modelo de gestión de riesgos en base a indicadores, éste
debiera ser contemplado de manera
evolutiva y de mejora continua, que iremos optimizando según progresemos
en su desarrollo. Lo fundamental es que desde su inicio nos alerten de la posibilidad
de la existencia de amenazas, la
precisión de los resultados del método aplicado ya se conseguirá poco a poco.
Sirva de ejemplo de lo que
acabamos de señalar la forma en que Basilea ha ido evolucionando para el cálculo
del capital económico de las entidades financieras, pasando del modelo básico inicial,
al avanzado empleando modelos internos tipo VaR.
(Fuente:
Finanzas analíticas y cuantitativas. Deloitte)
Por
lo dicho anteriormente, cuando nos estemos refiriendo al empleo de KRI´s, no
necesariamente debemos interpretar que debemos aplicar algoritmos complejos con
los que correlacionar la variabilidad de una magnitud con la del riesgo que nos
ocupe; sino que también estaremos hablando de cualesquiera señales que nos
permitan intuir un cambio cualitativo en la importancia del riesgo que se
encuentre supervisado. En este sentido, las clásicas “banderas rojas” contra el
fraude, deben ser considerados en sentido estricto como un KRI, puesto que nos
previenen, en función de determinadas casuísticas, del aumento de la
probabilidad de ocurrencia de fraudes.
Resumiendo,
los indicadores de riesgo representan una herramienta muy útil en la mejora del
control interno de las organizaciones, consideradas estas en su sentido más amplio,
pues es válida para que los responsables de los procesos conozcan los cambios
que se pueden estar produciendo con futura incidencia en los objetivos
perseguidos, pero también para los auditores, ya que la labor de supervisión
podrá realizarse sin solución de continuidad, a través del empleo de técnicas
de auditorías continuas, para lo que resultará preciso monotorizar la evolución
de los indicadores que se hayan seleccionado.
Desde
mi experiencia creo que es un reto
importante, pero que para la función auditora el empleo de herramientas basadas
en el uso de indicadores representa una oportunidad de mejorar el valor añadido
que aportamos a nuestras compañías. Os animo a que las incorporéis en vuestro
trabajo.
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frase? ¡Compártela con otro auditor interno!
ESTIMADO NAHUM
ResponderEliminarMUY INTERESANTE SU ARTICULO PERO DON PUEDO ENCONTRAR MAS EJEMPLOS DE ESTOS PARA LA APLICACION EN COOPERATIVAS DE AHORRO Y CREDITO, YA QUE EN NO TENGO DE DONDE PARTIR