Jesús Aisa Díez.
Permítanme enunciar esta metáfora, y en base a ella
abrir un pequeño debate sobre la secuencia de las hojas de ruta a considerar para la implementación de los Sistemas de
Gestión de Riesgos, que espero pueda ser de utilidad para aquellas organizaciones
que estén iniciando la puesta en marcha de este tipo de proyectos, con los que
conseguir: (i) la identificación de los eventos potenciales que pudieran
afectar a los objetivos de la organización y (ii) administrar los riesgos dentro
de su apetito, al objeto de proveer una seguridad
razonable respecto del logro de las metas establecidas por la
institución".
Es muy probable que, siguiendo la
secuencia que se recoge en el denominado familiarmente COSO II, que es uno de
los protocolos mayoritariamente tomado como referencia para implementar este tipo
de procesos, los pasos a realizar se enumeren según la cronología de las
actividades del propio Marco. Es decir:
1º) Identificación de los objetivos empresariales.
2º) Determinación de los eventos con incidencia en
dichos objetivos.
3º) Evaluación de riesgos.
4º) Confección del mapa de riesgos.
5º) Concreción de los apetitos al riesgo coherentes con los objetivos.
6ª) Decidir las respuestas a los riesgos fuera de la
zona de tolerancia.
7º) Implementación de las medidas de control.
8º) Supervisión de los resultados.
De donde podríamos concluir que en la implantación de
un Sistema de Gestión de Riesgos Empresariales (ERM por sus siglas en inglés),
primero determinaremos los riesgos inherentes relevantes con incidencia en los
objetivos empresariales y, una vez conocidos estos, pasaríamos a valorar el
nivel de los riesgos residuales existentes en los procesos donde estos se
manifiesten. Es decir, conocidos los riesgos, pasamos a interrelacionarlos con
los procesos. Tal y como se refleja en forma gráfica en el siguiente esquema:
Pero de aplicar esta secuencia, que es perfectamente
factible y válida, en mi opinión no estaríamos consiguiendo la necesaria
eficiencia del procedimiento utilizado, puesto que, de los riesgos
identificados, pasaríamos a buscar aquellos procesos en los que dichos riesgos se
pudieran materializar, de los cuales, al poder ser múltiples, habrá que ordenar
por su importancia a fin de aparcar aquellos procesos que no tuvieran una
repercusión significativa o trascendente en la consecución de los objetivos que
se pretendan garantizar.
Otra forma de actuar, y que nos gustaría sugerir, pues
vemos en ella algunas ventajas sobre la anterior, es que, partiendo de los
objetivos a conseguir, procedamos primero a la identificación y jerarquización
de los procesos que estén más vinculados con las metas de la empresa (para ello
podríamos emplear técnicas tipo workshop en
la que participen los distintos responsables gerenciales opinando sobre todos los
procesos de la organización), que si bien debemos reconocer es un método
subjetivo de actuación, también lo es suficientemente razonado.
Esta forma alternativa de actuar nos permitirá adicionalmente
fijar desde un primer momento nuestra atención solo en aquel número de procesos
que estemos en condiciones de atender en base a nuestra limitada capacidad de
gestión; siendo recomendable que iniciemos la implementación de estos Sistemas
de Gestión con no más de 10 ó 15 procesos, eso sí los más relevantes. Ampliando
posteriormente su número según vayamos adquiriendo experiencia y mayores
habilidades en el gestión de los riesgos.
Empezar por conocer los procesos y vincular estos
con los riesgos que los amenacen, en vez de hacerlo en forma contraria, entendemos
que es la más oportuna, ya que, como sabemos, la importancia de los riesgos se
mide a través de dos atributos: impacto y probabilidad, lo que no puede hacerse
en forma abstracta, dado que precisa que concretemos en qué fase o actividad de
la organización nos estamos refiriendo. Permítaseme poner un sencillo ejemplo:
Un riesgo inherente que resultará habitual en las
empresas es el “Fraude”, bien interno o externo, pero su cuantificación, tanto del
impacto, como de la probabilidad de ocurrencia, requiere que podamos centrarnos
en el proceso en que éste pueda presentarse. No tendrá la misma la importancia
este riesgo si nos referimos a la Gestión
de tesorería, que si lo hacemos al de Aprovisionamiento
de bienes y servicios, o al de Nóminas,
pues aunque en los tres exista este riesgo, su importancia será diferente,
dependiendo ello de múltiples circunstancias, que serán las que habrá que
valorar. Por ello reiteramos que entendemos más oportuno actuar de la forma que
recoge el siguiente esquema:
Por lo anterior, creo que ya podemos dar respuesta a la metáfora del comienzo de estas líneas. Desde mi perspectiva no hay dudas, LOS PROCESOS.
Complementariamente a lo anterior, veamos qué nos puede
suceder cuando intentemos elaborar el mapa de riesgos de la organización. Cuando
representemos el mapa de calor de los riesgos inherentes, no debieran existir
demasiadas dificultades para que sea consolidado, es decir contemplando la
organización en su conjunto, reflejando en él la posición de las distintas
amenazas según su importancia teórica en la operativa global de la empresa; sin
embargo, cuando pasemos a la elaboración del mapa de riesgos residuales, aquí
ya deberíamos ser más precisos y referirnos individualmente a los procesos en
que cada riesgo se puede materializar, valorando los controles aplicados en ellos,
y deduciendo así su posible impacto y probabilidad, lo que nos obligará a
situar en el mapa el riesgo estimado que exista sobre cada uno de estos
procesos, es decir, siguiendo con el ejemplo del riesgo de FRAUDE citado
anteriormente, en el mapa aparecería tres posiciones para el riesgo de FRAUDE
residual, según nos estemos refiriendo al proceso de Nóminas, al de Tesorería o
al de Aprovisionamiento de bienes y servicios.
De compartir este planteamiento, el mapa de riesgos
residuales debe entenderse vinculado con los procesos en los que se manifiesten,
puesto que su valoración dependerá del grado de control que en cada caso
estemos ya aplicando. Por ello, la relación entre riesgo inherente y residuales
no será unívoca, ya que los elementos origen tendrán dos o más imágenes, por lo
que esquemas como el que se refleja en el siguiente figura, son más bien
didácticos.
En resumen, la implantación eficiente de un Sistema
de Gestión de Riesgos aconseja que empecemos por identificar los procesos más
significativos de la organización, para de ahí pasar a averiguar cuáles son las
amenazas que pueden afectarlos, y conocidas estas, valorar el impacto y la
probabilidad de ocurrencia que entendamos se podría producir dada la situación
de los controles ya existentes en cada uno de esos procesos; comparando su
“situación” en el “mapa de riesgos” con la hayamos previamente establecido como
apetito al riego.
Por último aclaremos el entrecomillado de
“situación” y “mapa de riesgo” del párrafo anterior, ya que con ello lo que
queremos señalar que el mapa de riesgos es una expresión conceptual plenamente
válida, pero que desde la perspectiva operativa, su existencia y elaboración,
como tal gráfico, es dudosa, pasando a ser sustituido por fichas como la que a
continuación reproducimos, las cuales permitirán reflejar para cada proceso
seleccionado, los riesgos que les afectan, y su evolución después de aplicar
las medidas correctoras que se entiendan pertinentes.
Jesús Aisa Díez. Ex-Subdirector General Corporativo de Auditoría Interna de Telefónica
SA. Director Proyectos de Evaluaciones de Calidad del IAI España. Director Técnico
de FSH Consulting.
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Interesante el articulo
ResponderEliminarPor favor, me gustaría que aquellas personas que hayan tenido experiencias en la implementación del sistema de gestión de riesgos nos comenten al respecto, gracias.
ResponderEliminarLa gestión de riesgos es uno de los temas más tratados en el Blog, existen más de 30 post publicados, a continuación encontraras los 10 artículos más recientes:
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