Aunque usted no lo crea, una de mis historias
favoritas desde niño es un fragmento muy pesimista del libro El Lazarillo de
Tormes:
“A deshora me vino al encuentro un muerto, que por la
calle abajo muchos clérigos y gente en unas andas traían. Arriméme a la pared
por darles lugar, y desque el cuerpo paso, venían luego a par del lecho una que
debía ser mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres;
la cual iba llorando a grandes voces y diciendo:
“Marido y señor mío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada,
a la casa lóbrega y obscura, a la casa donde nunca comen ni beben!”
Yo que aquello oí, juntóseme el cielo con la tierra, y
dije:
“!Oh desdichado de mí! Para mi casa llevan este muerto.”
Al parecer al igual que en la historia del Lazarillo
de Tormes, el pesimismo es parte del ADN de muchos auditores interno, debido a
que de forma automática, inmediatamente, escuchamos u observamos algo siempre
esperamos lo peor.
A continuación presento un ejemplo de esto: Un buen
amigo, auditor interno con muchos años de experiencia, es un pesimista optimista. Su teoría es muy sencilla y al mismo
tiempo contundente, siempre que revisa un área, solamente espera que haya
sucedido lo peor (un fraude, una irregularidad o una desviación sustancial a
las normas establecidas).
De acuerdo a su opinión: “El
pesimismo es un juego seguro. Así no puedes perder nunca, solo puedes ganar y siempre
recibir nuevas noticas en el trabajo. Éste es el único punto de vista desde el
que nunca te sentirás decepcionado. ¿Qué tipo de sorpresa prefieres recibir? Yo
parto de la premisa de que todas las personas pueden ser corruptas, por lo que siempre
recibo buenas noticias. Si compruebo que existe alguna irregularidad, estoy
feliz porque detecte la situación. Si en cambio verifico que todo está correcto
también estoy feliz, debido a que no existe ningún culpable a quien acusar.
Esto se llama ganar ganar.”
Pensar mal no significa ser malo. Ser escéptico no es ser cínico.
Implica solamente ejercer el debido cuidado profesional. Desconfiar no es
equivalente a ofender ni a maltratar. En resumen afirmaba, mi estimado Nahun,
se trata de seguir la premisa del refranero español: “A Dios rogando y con el
mazo dando……….”