Jesús Aisa Díez.
Iniciado el nuevo año, y superado
el periodo navideño, es momento de volver a retomar las actividades cotidianas,
entre ellas las de compartir algunos comentarios y puntos de vista relativos a
la actividad de auditoría interna, a fin de que puedan servir de motivo de
análisis.
Para aquellos que me acompañan en
la lectura de mis comentarios, entiendo que les será familiar una secuencia
que, en alguna que otra ocasión ya he referido respecto de la importancia que
entiendo tiene la actividad de auditoría interna en el nivel de control interno
de las organizaciones.
Y ello debido a que no será
posible que en las organizaciones exista un buen control interno, si éstas no
disponen de un buen gobierno corporativo;
lo cual solo será viable si existe una adecuada supervisión realizada
por el Comité de Auditoría, en cuyo caso se hace imprescindible que estos
dispongan de una función de auditoría interna que actúe de forma eficaz y
eficiente, desempeñando las labores que se le encomienden y las recogidas en sus respectivos planes de
trabajo.
De acuerdo con esta descripción,
la función de auditoría interna resulta fundamental en el nivel de control
interno de las organizaciones, ya que existe una relación directa entre ambas,
haciéndose muy dificultoso que alcancemos un buen control interno sin la
existencia de una eficaz función auditora, ya que esta resulta condición sine
qua non para conseguirlo.
Llegado a este punto creemos
necesario recordar como COSO define el control interno, señalándonos que: El control interno es un proceso, efectuado por el Consejo Directivo de
las compañías, la administración y demás personal, diseñado para proporcionar
seguridad razonable respecto al logro de los objetivos en las siguientes
categorías: (i) Fiabilidad de la información financiera y operativa, (ii)
Cumplimiento de leyes y normas y (iii) Eficiencia y eficacia de las
operaciones.
De acuerdo con este enunciado,
en nuestra opinión destacaríamos que el control interno es un proceso en el que
han de participar todos los miembros y estamentos de las organizaciones, por lo
que no es posible conseguirlo sin el compromiso de todos ellos. Circunstancia
por la que señalábamos hace unos momentos que la función auditora es condición
necesaria, pero no suficiente, para conseguir un adecuado control
interno.
Y esto es así debido a que,
aunque tengamos Unidades de Auditoría Interna con una percepción clara de
cuáles son las debilidades de la organización en las que operen, su actuación
se verá condicionada si su jefes, fundamentalmente el funcional, no les
prestasen el apoyo que requeriría poder actuar sin restricciones en
cualesquiera de los ámbitos empresariales que se considerasen oportunos
supervisar.
En este sentido, la actuación
de los responsables funcionales de las Auditorías Internas, es decir los
Comités de Auditoría, dependerá muy mucho de: su capacidad de análisis,
compromiso y ausencia de conflictos de intereses de sus miembros, lo que a su vez dependerá de la idoneidad de
su elección; lo que nos vuelve a situar en el adecuado desarrollo del gobierno
corporativo de la empresa.
Es decir, que si bien la
secuencia enunciada al principio de estos comentarios parece que resulta
evidente, en el sentido de que: el nivel de Control Interno estará condicionado
a la bondad del Gobierno Corporativo de la organización, en tanto que este
dependerá en buena medida de la eficacia del Comité de Auditoría, la cual a su
vez será consecuencia de la función desarrollada por la Unidad de Auditoría
Interna; también la relación inversa resulta aplicable, ya que no podremos
tener una función de auditoría eficaz, si no se cuenta con el apoyo del Comité
de Auditoría, para lo cual se hace imprescindible que el Comité ejerza sus
responsabilidades sin condicionantes de ningún tipo, lo que requiere que el
Gobierno Corporativo sea adecuado.
Llegado a este punto podríamos
preguntarnos, si se cumpliesen estas exigencias, ¿para qué sirve entonces la
función auditora?. Pues para ejercer adecuadamente la labor de supervisión,
garantizando razonablemente el correcto desarrollo del proceso de control
interno de la empresa, detectando las desviaciones que sean precisas corregir
con las que conseguir el cumplimiento de los objetivos empresariales, ya que
trabajando en otras condiciones existirán limitaciones que incidirán en la
bondad o alcance de nuestras apreciaciones, o lo que es lo mismo, en la calidad
de nuestro trabajo.
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