miércoles, 4 de febrero de 2015

Auditorías energéticas. Adelantarse al futuro

JA Sánchez-Horneros

En mi artículo de hace unos días comentaba la tendencia actual de las organizaciones a implantar y desarrollar modelos empresariales de gestión de riesgos, y lo unía a uno de los mayores riesgos actuales, el cambio climático.

Pues bien, parece ser que el Presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, también ve la necesidad imperiosa de tratar al cambio climático como un riesgo. Y no como un riesgo cualquiera, sino,  según sus palabras, como el mayor riesgo existente en la actualidad. Ya que, según dijo el pasado 20 de enero en su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso: “no existe mayor amenaza para las futuras generaciones que el cambio climático".

Obama aseguró también estar decidido a que Estados Unidos impulse la acción internacional contra el cambio climático, y recordó el histórico acuerdo alcanzado el pasado año con China para limitar sus emisiones contaminantes. Remarcando que "Debido a que las dos economías más grandes del mundo se reunieron, otros países están intensificando, y ofreciendo esperanzas para que este año el mundo finalmente llegue a un acuerdo para proteger el planeta que tenemos".

Así pues, oír al presidente de la mayor potencia mundial, y segunda mayor emisora de gases de efecto invernadero del mundo, afirmar que no permitirá a los legisladores "que pongan en peligro la salud de los niños por dar marcha atrás al reloj" es una buena noticia, que nos podría hacer pensar que, como decíamos el otro día, los códigos de "responsabilidad social corporativa" de aplicación obligatoria están más cerca de lo que pensábamos. 

Aunque el acuerdo al que hacía referencia Obama, se trata de un acuerdo no vinculante, que queda bastante lejos del objetivo de obligado cumplimiento autoimpuesto por los países de la Unión Europea de reducir sus emisiones en al menos un 40% para 2030, cabría pensar en que finalmente en la próxima COP (Conferencia de las Partes) a celebrar en Diciembre próximo en París se consiga llegar al deseado acuerdo que obligue a todos los países a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, en cuyo caso no sería de extrañar que aparezcan nuevas normativas que requieran a las organizaciones a reducir sus emisiones y a pagar por las que produzcan en exceso. 

Pero, ¿cómo serían estas normativas y cómo podemos adelantarnos a las mismas?

Pues bien, con permiso del Presidente Obama no deberíamos fijarnos en Estados Unidos para prever las posibles nuevas normativas y consiguientes obligaciones en el tema de reducción de emisiones, sino en Europa, y más concretamente en aquellos países que llevan ya una larga trayectoria en aplicación de códigos de aplicación obligatoria, como es el Reino Unido.

En este contexto desde el año 2012, el Reino Unido, además de hacer cumplir a sus empresas con un consumo intensivo de energía con las obligaciones impuestas por el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea (EU ETS), ha legislado una serie de normas para conseguir reducir al máximo sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Así, las organizaciones que superen unos valores medios de consumo de energía deberán pagar por cada tonelada de CO2 emitida a menos de que implanten medidas de eficiencia energética en sus procesos y reduzcan sus emisiones de gases contaminantes hasta unos valores bastante estrictos.

Por lo tanto, actualmente para las empresas de Reino Unido y previsiblemente en un futuro no muy lejano para todas las del resto del mundo, la optimización de los consumos energéticos es un riesgo vinculado a su actividad, que deberían comenzar a auditar cuanto antes, a fin de poder adaptar las medidas necesarias y optimizar sus procesos productivos.

Para ello, el Gobierno del Reino Unido, en su “Energy Savings Opportunity Scheme”, habla de la posibilidad de utilizar la Norma ISO 50001 para auditar los consumos energéticos y distinguir las oportunidades de mejora existentes en las organizaciones. 

Dicha norma está diseñada de manera similar a otras normas aplicables a los sistemas de gestión, como la ISO 14001 o la ISO 9001, por lo que resulta una herramienta complementaria, compatible e integrable con distintos sistemas de gestión.

Centrándonos en las auditorías que entendemos conveniente realizar, no hemos de desconocer que el objetivo básico perseguido es el de recomendar acciones con  las que conseguir una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, para lo que se hará preciso calcular la huella de carbono que generemos, con lo que podremos conocer las emisiones reales a la atmósfera debidas a nuestra actividad empresarial, así como determinar cuáles son las posibilidades existentes de reducción de las mismas.

Para calcular esta huella de carbono, existen varios manuales, que nos irán guiando en los pasos que debemos seguir para conseguir conocer los procesos de nuestra actividad que tienen influencia en las emisiones que generamos. Al no existir de momento obligatoriedad de calcular esta huella de carbono, las organizaciones tienen libertad de elegir la metodología a utilizar, pero es importante saber que la guía denominada PAS 2050 desarrollada en 2008 por la British Standards Institution es la más aceptada y utilizada en todo el mundo.

Así pues, resumiendo, un buen consejo para todas aquellas organizaciones que no tienen identificado su consumo energético o sus emisiones de CO2 como un riesgo operacional importante, deberían comenzar a hacerlo, ya que adaptarse o no a esta buena práctica, previamente a una posible normativa mundial, puede significar, aparte de demostrar una gran sensibilidad por el entorno, el desmarcarnos de nuestros competidores y evitar la imposición de cuantiosas multas en un futuro no demasiado lejano.

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