En mi artículo de hace unos días
comentaba la tendencia actual de las organizaciones a implantar y desarrollar
modelos empresariales de gestión de riesgos, y lo unía a uno de los mayores
riesgos actuales, el cambio climático.
Pues bien, parece ser que el
Presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, también ve la necesidad
imperiosa de tratar al cambio climático como un riesgo. Y no como un riesgo cualquiera,
sino, según sus palabras, como el
mayor riesgo existente en la actualidad. Ya que, según dijo el pasado 20 de
enero en su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso: “no existe
mayor amenaza para las futuras generaciones que el cambio climático".
Obama aseguró también estar decidido
a que Estados Unidos impulse la acción internacional contra el cambio
climático, y recordó el histórico acuerdo alcanzado el pasado año con China
para limitar sus emisiones contaminantes. Remarcando que "Debido a que las
dos economías más grandes del mundo se reunieron, otros países están
intensificando, y ofreciendo esperanzas para que este año el mundo finalmente
llegue a un acuerdo para proteger el planeta que tenemos".
Así pues, oír al presidente de la
mayor potencia mundial, y segunda mayor emisora de gases de efecto invernadero
del mundo, afirmar que no permitirá a los legisladores "que pongan en
peligro la salud de los niños por dar marcha atrás al reloj" es una buena
noticia, que nos podría hacer pensar que, como decíamos el otro día, los
códigos de "responsabilidad social corporativa" de aplicación
obligatoria están más cerca de lo que pensábamos.
Aunque el acuerdo al que hacía
referencia Obama, se trata de un acuerdo no vinculante, que queda bastante
lejos del objetivo de obligado cumplimiento autoimpuesto por los países de la
Unión Europea de reducir sus emisiones en al menos un 40% para 2030, cabría pensar
en que finalmente en la próxima COP (Conferencia de las Partes) a celebrar en
Diciembre próximo en París se consiga llegar al deseado acuerdo que obligue a
todos los países a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, en
cuyo caso no sería de extrañar que aparezcan nuevas normativas que requieran a
las organizaciones a reducir sus emisiones y a pagar por las que produzcan en
exceso.
Pero, ¿cómo serían estas
normativas y cómo podemos adelantarnos a las mismas?
Pues bien, con permiso del
Presidente Obama no deberíamos fijarnos en Estados Unidos para prever las
posibles nuevas normativas y consiguientes obligaciones en el tema de reducción
de emisiones, sino en Europa, y más concretamente en aquellos países que llevan
ya una larga trayectoria en aplicación de códigos de aplicación obligatoria,
como es el Reino Unido.
En este contexto desde el año
2012, el Reino Unido, además de hacer cumplir a sus empresas con un consumo
intensivo de energía con las obligaciones impuestas por el Sistema de Comercio
de Emisiones de la Unión Europea (EU ETS), ha legislado una serie de normas
para conseguir reducir al máximo sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Así, las organizaciones que
superen unos valores medios de consumo de energía deberán pagar por cada
tonelada de CO2 emitida a menos de
que implanten medidas de eficiencia energética en sus procesos y reduzcan sus
emisiones de gases contaminantes hasta unos valores bastante estrictos.
Por lo tanto, actualmente para
las empresas de Reino Unido y previsiblemente en un futuro no muy lejano para
todas las del resto del mundo, la optimización de los consumos energéticos es
un riesgo vinculado a su actividad, que deberían comenzar a auditar cuanto
antes, a fin de poder adaptar las medidas necesarias y optimizar sus procesos
productivos.
Para ello, el Gobierno del Reino
Unido, en su “Energy Savings Opportunity Scheme”, habla de la posibilidad de
utilizar la Norma ISO 50001 para auditar los consumos energéticos y distinguir
las oportunidades de mejora existentes en las organizaciones.
Dicha norma está diseñada de
manera similar a otras normas aplicables a los sistemas de gestión, como la ISO
14001 o la ISO 9001, por lo que resulta una herramienta complementaria,
compatible e integrable con distintos sistemas de gestión.
Centrándonos en las auditorías
que entendemos conveniente realizar, no hemos de desconocer que el objetivo
básico perseguido es el de recomendar acciones con las que conseguir una reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero, para lo que se hará preciso calcular
la huella de carbono que generemos, con lo que podremos conocer las emisiones
reales a la atmósfera debidas a nuestra actividad empresarial, así como
determinar cuáles son las posibilidades existentes de reducción de las mismas.
Para calcular esta huella de
carbono, existen varios manuales, que nos irán guiando en los pasos que debemos
seguir para conseguir conocer los procesos de nuestra actividad que tienen
influencia en las emisiones que generamos. Al no existir de momento
obligatoriedad de calcular esta huella de carbono, las organizaciones tienen
libertad de elegir la metodología a utilizar, pero es importante saber que la
guía denominada PAS 2050 desarrollada en 2008 por la British Standards
Institution es la más aceptada y utilizada en todo el mundo.
Así pues, resumiendo, un buen
consejo para todas aquellas organizaciones que no tienen identificado su
consumo energético o sus emisiones de CO2 como un riesgo operacional importante,
deberían comenzar a hacerlo, ya que adaptarse o no a esta buena práctica,
previamente a una posible normativa mundial, puede significar, aparte de
demostrar una gran sensibilidad por el entorno, el desmarcarnos de nuestros
competidores y evitar la imposición de cuantiosas multas en un futuro no
demasiado lejano.
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