lunes, 13 de julio de 2015

El daño colateral a los auditores

Juan Carlos Belmonte
A partir de investigaciones del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América sobre los hechos de corrupción que involucran a los más altos estamentos de la FIFA y de otras organizaciones vinculadas, cuyas consecuencias finales son difíciles de predecir, surgen inexorablemente advertencias que ponen en duda la objetividad, independencia y profesionalidad de los auditores. Tanto de los externos, que emiten opinión sobre los estados financieros, como de los internos, que evalúan los sistemas de Gestión de Riesgos, Control Interno y Gobierno de las organizaciones.

Una forma de minimizar estos posibles riesgos en las auditorías internas de las empresas es realizando un proceso externo de evaluación de calidad, a través de profesionales altamente capacitados, de acuerdo con las Normas que sustentan el Ejercicio Profesional.

El cumplimiento de estos estándares implican la implementación de un Programa de Aseguramiento y Mejora de la Calidad, que contribuye a lograr la satisfacción de los clientes, la confianza de los inversores, la eficiencia y la efectividad en la gestión, fortaleciendo y mejorando el desempeño corporativo. El profesionalismo es un proceso continuo que requiere dedicación, alto compromiso ético, crecimiento profesional y mucho trabajo.

Las empresas que Certifican la Calidad de sus procesos demuestran ante los stakeholders su interés en tener una auditoría altamente capacitada, implementando las mejores prácticas y velando por la mejora continua. Pero la señal debe fluir desde las máximas autoridades de la Organización promoviendo un clima ético generalizado.

Los expertos en ética de negocios consideran que una auditoría interna fuerte coadyuva a prevenir el fraude y otras prácticas no éticas. Por eso, toda auditoría debe estar preparada no sólo para prestar los servicios tradicionales de auditoría, sino también de asesoramiento, agregando valor y evaluando la eficacia y eficiencia de los procesos claves dentro del negocio de la organización, vinculados a la gestión de riesgos, mecanismos de controles internos y gobierno corporativo. Es en estos procesos donde se debe aportar valor y las periódicas evaluaciones de calidad certificarán que la auditoría interna se desempeña en el marco de las normas internacionales, lo cual contribuye al logro de los objetivos organizacionales.

Sir Adrian Cadbury, considerado el precursor del concepto de Gobierno Corporativo en las organizaciones, ha expresado que un director no ejecutivo "debe tener tres cualidades" para el ejercicio de su función: intelecto, integridad y coraje, siendo más relevante el coraje, ya que sin él las otras dos serían inútiles.

Las mismas cualidades son necesarias para los auditores. Un análisis franco y honesto de la cultura corporativa debe ser parte del ámbito de la auditoría interna, quién debe elevar su voz cuando la erosión de la cultura se convierte en un riesgo para la organización. La función de auditoría interna no puede darse el lujo de permitir que existan riesgos reputacionales sin respuesta, debe evaluarlos todos, incluyendo los riesgos de no hacer frente a la adversidad con rapidez y eficacia.

Quienes son o aspiran a ser jefes de auditoría deben tener el valor de hacer lo que hay que hacer o decir lo que hay que decir en el momento oportuno, sin importar las consecuencias. El certificar la calidad de los procesos de auditoría interna ayudará a la organización y a su área a minimizar todo tipo de riesgos.

El autor es el presidente del Instituto de Auditores Internos de Argentina (IAIA).

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